domingo, 20 de septiembre de 2009

Desde el compromiso hacia la excelencia socioeducativa.


Para que una profesión sea considerada socialmente, necesita reunir una serie de condiciones. Una de ellas e imprescindible, es el hecho de que la sociedad reconozca el interés y la exclusividad del servicio que presta. Pero para llegar a ese estatus, del cual seremos responsables últimos, los educadores sociales necesitamos, entre otras cosas, utilizar de forma eficaz un cuerpo de conocimientos sistematizado y transmisible, enfatizo, transmisible para que todos nos beneficiemos de los logros y las experiencias realizadas. Otro punto, no menos importante a fin de conseguir el reconocimiento de una profesión, es la adopción por parte del colectivo profesional de un código deontológico o ético (que tenemos) hacía el objeto: aquello con que trabaja una disciplina para conocerlo o cambiarlo, que en este caso sería la actividad socioeducativa.
La consideración social de una profesión pasa, inevitablemente, por el nivel de satisfacción en cuanto al logro de los objetivos marcados, esto lo sabemos todos, y creo que este balance debe ser público y evaluar tanto los éxitos como los fracasos para avanzar desde la auto renovación y la revisión permanente de lo que no ha funcionado. Asumir desde la humildad, pero con valentía, los nuevos retos a los que el desarrollo de nuestras competencias nos afronta, tenemos también la responsabilidad de que trascienda tanto a la comunidad científica como a la opinión pública, para eliminar susceptibilidades que obstaculicen el reconocimiento, que parece cuestionado de momento, entiéndase económicamente por ejemplo.
Si fuésemos capaces, desde la auto critica, de propiciar un nuevo marco en el que primara la calidad de la práctica por encima de todo, ayudaría, y si existiera realmente la certeza del interés y la exclusividad de la labor de los educadores sociales, los argumentos que esgrimen los que defienden la economía mixta en una situación de crisis del Estado del Bienestar como el actual, no serian valorados o tenidos en cuenta por la generalidad.
Es competencia de nuestro cuerpo profesional, en el ejercicio de una responsabilidad libremente aceptada, velar por la calidad del servicio prestado y propiciar el cambio de mentalidades, de otro modo resultará difícil conseguir los resultados deseados.
Desde la ética y el compromiso al que nos obliga el ejercicio de la labor socioeducativa, es imprescindible la capacidad de autocrítica mediante el análisis y la exposición pública de los conocimientos operacionales, la evaluación sistematizada de los mismos y la capacidad de incluir nuevas prácticas. Sabemos que no es fácil, ya que en beneficio del conocimiento somos deudores de constantes renovaciones.El reconocimiento, aunque parezca una obviedad, empieza por uno mismo. Reconozcamos, pues, la importancia de establecer mínimos de calidad, por debajo de los cuales se hace imprescindible la intervención de los organismos competentes para dignificar la atención hacía los que han depositado su confianza en unos profesionales con entidad propia y función pedagógica, profesionales que realizan una tarea educativa y reeducativa a través de la convivencia cotidiana, con todo lo que ello implica.