Lograrlo pasa, indefectiblemente, por el uso del transporte alternativo sostenible. Entiendo que la responsabilidad a la hora de buscar soluciones debe ser compartida y son el conjunto de las partes implicadas en el problema los justos interlocutores a la hora de satisfacer las necesidades generadas por los cambios.
Para argumentar esta idea quiero dejar clara mi posición sobre los conflictos, ya que comparto la general afirmación en la que éstos son oportunidades de cambio; los asumo como naturales, por tanto. Pero los conflictos no dejan de ser situaciones en las que dos o más partes entran en oposición o desacuerdo porque los intereses, las necesidades y los deseos se perciben o son incompatibles.
La solución al conflicto no puede ser más gravosa que el problema en sí. Vivo en zona Blanquerna y frecuento la carretera de la UIB desde hace cinco años, antes suspiraba por una buena vía y un carril bici que, a día de hoy, es utilizada casi en exclusiva por viandantes. Los estudiantes mayoritariamente se desplazan en su vehículo privado, para asistir a clase. El metro soluciona sólo el problema a los que residen en el núcleo de incidencia del mismo.
Si queremos un nuevo modelo de ciudad, cuyo esfuerzo por conseguirlo reconozco, no podemos sustentar este gasto sobre las frágiles espaldas de los menos privilegiados, cortando trajes a medida de los que, por lo general, no tienen problemas estructurales, sino ofrecer alternativas viables a los que no pueden sumarse a los cambios con la celeridad que supone borrar de un plumazo plazas de aparcamiento en una zona donde escasean y que, por ende, sufre la presión de ser céntrica y adyacente a zona hora, en una franja donde se construyen nuevas viviendas sin plazas de garaje de forma obligatoria.
De la misma forma que el ayuntamiento dispone de espacio público para garantizar el derecho a desplazarnos en bici y tener una ciudad más limpia debería disponer de espacio público para los que somos víctimas de un modelo de ciudad que no nos ha dejado alternativa al vehículo privado y habilitar el mismo número de plazas eliminadas en zonas alternativas. De otro modo este nuevo modelo de ciudad, a todas luces anhelado, se sustentará sobre las espaldas de los tradicionalmente perdedores, es decir sobre los que no tienen capacidad económica para comprar un parking en propiedad. Porque los fines de semana, no hay problemas de espacio, pues los que podemos nos vamos.
Para argumentar esta idea quiero dejar clara mi posición sobre los conflictos, ya que comparto la general afirmación en la que éstos son oportunidades de cambio; los asumo como naturales, por tanto. Pero los conflictos no dejan de ser situaciones en las que dos o más partes entran en oposición o desacuerdo porque los intereses, las necesidades y los deseos se perciben o son incompatibles.
La solución al conflicto no puede ser más gravosa que el problema en sí. Vivo en zona Blanquerna y frecuento la carretera de la UIB desde hace cinco años, antes suspiraba por una buena vía y un carril bici que, a día de hoy, es utilizada casi en exclusiva por viandantes. Los estudiantes mayoritariamente se desplazan en su vehículo privado, para asistir a clase. El metro soluciona sólo el problema a los que residen en el núcleo de incidencia del mismo.
Si queremos un nuevo modelo de ciudad, cuyo esfuerzo por conseguirlo reconozco, no podemos sustentar este gasto sobre las frágiles espaldas de los menos privilegiados, cortando trajes a medida de los que, por lo general, no tienen problemas estructurales, sino ofrecer alternativas viables a los que no pueden sumarse a los cambios con la celeridad que supone borrar de un plumazo plazas de aparcamiento en una zona donde escasean y que, por ende, sufre la presión de ser céntrica y adyacente a zona hora, en una franja donde se construyen nuevas viviendas sin plazas de garaje de forma obligatoria.
De la misma forma que el ayuntamiento dispone de espacio público para garantizar el derecho a desplazarnos en bici y tener una ciudad más limpia debería disponer de espacio público para los que somos víctimas de un modelo de ciudad que no nos ha dejado alternativa al vehículo privado y habilitar el mismo número de plazas eliminadas en zonas alternativas. De otro modo este nuevo modelo de ciudad, a todas luces anhelado, se sustentará sobre las espaldas de los tradicionalmente perdedores, es decir sobre los que no tienen capacidad económica para comprar un parking en propiedad. Porque los fines de semana, no hay problemas de espacio, pues los que podemos nos vamos.
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