La desatención y el abandono son circunstancias que facilitan la explosión de los conflictos, en función del grado de indiferencia acabarán liberando su energía de forma más o menos dañina. De ese modo, al aflorar y convertirse en una realidad de primer orden, éstos sustentan su existencia sobre las reglas de lo físico, más allá de lo sensorial, y son por lo tanto medibles, consecuentemente reales, ocasionalmente mediáticos e incómodos precursores del cambio.
Para manejar y controlar tal descarga podemos optar por fomentar el desarrollo de la autorreflexión colectiva, construir una nueva realidad con el objetivo prioritario de asumir la responsabilidad en la dinámica y expansión del problema, así como también posibilitar la comprensión de las capacidades de expresión de los sentimientos, de los pensamientos que sustentan las demandas, y las expectativas en la satisfacción de las necesidades expresadas, atendiendo especialmente a las limitaciones y capacidades de los protagonistas enfrentados, sin olvidar que es imprescindible potenciar al máximo las fortalezas de ambas partes.
Al ayudar a los colectivos a resolver sus conflictos, también ayudamos a las personas a cambiar aquellas realidades que dificultan el ejercicio de la ciudadanía, entendida como aquel conjunto de deberes y derechos que sostienen la deseable y anhelada justicia social.
Poseemos la innata capacidad de transformar nuestros conflictos, simplemente necesitamos establecer espacios para que la resolución surja efecto. Vencer las lógicas reticencias ante la puesta en escena no resulta fácil, pero una vez instalados en ese nuevo escenario podremos canalizar la energía capaz de neutralizar y prevenir los estados mentales vengativos, que son aquellos en los cuales, al sentirnos poderosos, somos capaces de actuar sin medir las consecuencias de nuestro actos, “generalmente acompañados por sentimientos de certeza impermeables a la influencia de las palabras por si solas”.
Al construir el relato de los acontecimientos, pondremos especial énfasis en la toma de conciencia de las actitudes y la escala de valores que orientan nuestra conducta, buscando sin escollos los puntos clave de la problemática y llegando a explicarla, para de este modo aportar modificaciones y puntos de vista distintos. Será útil introducir en este relato las soluciones intentadas y que no han funcionado, con el propósito de retomar con una nueva historia el camino hacia la convivencia.
Magdalena Gelabert Horrach.
Àrea de Comunicació. Col·legi d’Educadores i Educadors Socials de les Illes.